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DICCIONARIO MEDICO: hipertension arterial:

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Termino / Definicion
Aumento mantenido de las cifras de la presión arterial por encima de sus valores normales. En la actualidad se acepta que la hipertensión arterial comienza a partir de valores de presión arterial sistólica por encima de 140 mmHg y de presión arterial diastólica superiores a 90 mmHg, al menos hasta los 65 años. Por encima de esa edad, pueden aceptarse como normales valores de hasta 165/95. Para establecer un diagnóstico adecuado, es necesario realizar las mediciones de presión arterial empleando una metodología adecuada y, al menos, confirmarla en tres tomas separadas en el tiempo. Existen diversas gradaciones de la gravedad de la hipertensión arterial, que, generalmente, atienden tanto a criterios de magnitud de las cifras de la presión arterial como al grado de afectación de los órganos diana. La hipertensión arterial puede ser consecuencia de otra enfermedad sistémica (hipertensión arterial secundaria), generalmente nefrológica o endocrinológica, o bien, no tener una causa orgánica aparente (hipertensión arterial esencial). La hipertensión arterial esencial es, con mucho, la más frecuente, y responsable de, al menos, el 90% de los casos de hipertensión arterial. En general, la hipertensión arterial es una enfermedad de alta prevalencia que, incluso con criterios conservadores, afecta al 20% de la población española de más de 30 años. Constituye uno de los principales factores de riesgo para el desarrollo de aterosclerosis y sus complicaciones, de insuficiencia cardiaca, de enfermedad cerebrovascular trombótica y hemorrágica e, incluso, es un buen indicador del riesgo de la mortalidad total a largo plazo. Sus manifestaciones clínicas se derivan, fundamentalmente, de sus complicaciones en forma de afectación visceral a los órganos diana (corazón, y grandes arterias, riñón, cerebro y retina) y sus complicaciones, bien directas (hemorragia cerebral, infarto capsular, necrosis arterial fibrinoide de los vasos cerebrales, renales o retinianos, rotura aórtica, sobrecarga ventricular izquierda e insuficiencia cardiaca), o bien indirectas, derivadas del desarrollo de aterosclerosis (cardiopatía isquémica, accidentes cerebrovasculares embólicos, etc.). El tratamiento de la hipertensión arterial esencial consiste en la aplicación de medidas higiénico (dietéticas, restricción de la ingesta de sodio, ejercicio físico moderado, pérdida de sobrepeso) y en la administración de fármacos antihipertensivos.
Hipertensión que no va seguida de síntomas clínicos.
Aumento de la presión arterial de manera repetida durante su evaluación en consulta, con normalización fuera de ella y sin afectación de los órganos diana. También se denomina hipertensión arterial lábil.
La llamada también primaria o idiopática, es aquella que es de etiología o causa desconocida y que, potencialmente, corresponde a la gran mayoría de los pacientes hipertensos (85-95%). Con frecuencia se detectan factores hereditarios (herencia poligénica) en padres, hermanos, etc., y factores ambientales (exceso de sal en la alimentación). El riñón juega un papel clave en su aparición, por una incapacidad de desprenderse del exceso de sal en la dieta. En las fases iniciales (20-40 años) se puede asociar a un incremento del gasto cardiaco, que con el tiempo aboca a un incremento de las resistencias periféricas y a una hipertensión arterial sostenida a los 30-50 años. Si no es tratada de forma adecuada, conducirá a una aterosclerosis y a complicaciones de la hipertensión arterial por una afectación de órganos diana, como el corazón (hipertrofia ventricular, insuficiencia, infarto de miocardio), el riñón (insuficiencia renal), el cerebro (hemorragia, trombosis, embolia), la aorta (aneurismas, estenosis), etc. En un 1-5% de los hipertensos esenciales puede darse una malignización del proceso (hipertensión maligna o acelerada).
Cifras elevadas de la presión arterial, asociada a una elevación de la actividad de renina plasmática. La renina incrementa los niveles de angiotensina II (que produce vasoconstricción periférica) y de aldosterona (no obstante, el volumen plasmático y el volumen minuto cardiaco están descendidos). Es típico de la hipertensión maligna y de la de origen vásculo-renal unilateral, pero puede darse también en la hipertensión arterial esencial. Se asocia a una alta frecuencia de angina o infarto de miocardio, hemorragia cerebral, nefroangioesclerosis, retinopatía y encefalopatía. Se trata, preferentemente, con inhibidores de la enzima de conversión (IECA).
Hipertensión arterial que evoluciona, encontrándose valores, a veces, elevados, y otras veces, valores normales o próximos a la normalidad.
La Organización Mundial de la Salud define esta hipertensión como aquella que cursa con cifras de 140-159 mmHg de la presión arterial sistólica y 90-94 mmHg de la presión arterial diastólica, respectivamente. En la actualidad, este grupo no reviste interés, ya que está demostrada la necesidad de tratamiento en estos pacientes para reducir la morbilidad y la mortalidad cardiovascular.
Se caracteriza porque de no ser tratada, un 80% de los pacientes fallece dentro de los dos años posteriores al diagnóstico y se define por la coexistencia de cifras elevadas de presión arterial, con hemorragias y exudados en el fondo de ojo (retinopatía grado III), con edema de papila (retinopatía grado IV) o sin papiledema. La lesión histológica, característica de esta hipertensión, es la necrosis fibrinoide de las arteriolas en diversos tejidos y su signo clínico más significativo es la retinopatía severa. En cuanto a su etiología, aproximadamente la mitad de los casos, se deben a una hipertensión esencial y la otra mitad a una hipertensión secundaria, predominando las nefropatías parenquimatosas, hipertensión vasculo-renal y causas endocrinas de hipertensión, como el feocromocitoma o el hiperaldosteronismo primario. Los síntomas fundamentales son visuales (visión borrosa, disminución de la agudeza visual), neurológicos (cefalea, encefalopatía hipertensiva, hemorragia cerebral), cardiológicos (insuficiencia cardiaca congestiva, cardiopatía isquémica aguda) y renales (insuficiencia renal con hematuria, proteinuria, cilindruria y, a veces, insuficiencia renal aguda). Un 10% de los pacientes con hipertensión arterial maligna pueden no presentar síntomas en el momento del diagnóstico. Un tratamiento eficaz puede lograr la remisión de todo el cuadro, tanto clínico como biológico.
La secundaria a enfermedades renales diversas (glomerulonefritis, pielonefritis, nefropatías tubulointersticiales, nefropatías congénitas tipo poliquistosis renal del adulto, etc.), en relación con un aumento de la producción de sustancias vasoconstrictoras (angiotensina II, norepinefrina), disminución de la excreción renal de sodio o de ambas. Puede producir un incremento de la presión capilar glomerular (alteración de la autorregulación renal), que puede afectar aún más al daño renal y condicionar glomerulosclerosis. El control efectivo de la hipertensión arterial, especialmente con inhibidores de la enzima de conversión, enlentece el ritmo de progresión de la nefropatía (además, la inhibición de la angiotensina II elimina la acción mitogénica e hipertrófica de este péptido en las células glomerulares).
Llamada también crisis hipertensiva, se puede presentar como una urgencia o emergencia hipertensiva. La urgencia hipertensiva se define como la objetivación de cifras altas de presión arterial, en un paciente previamente asintomático o con síntomas inespecíficos, con afectación leve o moderada de los órganos diana. No significa un riesgo vital inmediato, si bien debe ser tratado eficazmente para conseguir controlarla dentro de las primeras 24 horas, tras el diagnóstico. Corresponde, fundamentalmente, a hipertensiones malignas sin síntomas neurológicos o cardiológicos, hallazgos de la presión arterial diastólica superiores a 130 mmHg, en un paciente asintomático, con una presión arterial diastólica superior a 120 mmHg; en un paciente con síntomas inespecíficos y sin afectación de los órganos diana, rebote hipertensivo por supresión de fármacos hipotensores; la hipertensión en pacientes quemados graves o en el pre o postoperatorio de cirugías diversas. Difiere la urgencia de la emergencia hipertensiva en que en esta hay un daño importante en los órganos diana, con riesgo de lesión irreversible y un mal pronóstico vital, si no es tratada enérgica e inmediatamente. Pueden considerarse emergencias hipertensivas las siguientes: encefalopatía hipertensiva, ictus hemorrágico o isquémico, insuficiencia cardiaca congestiva, cardiopatía isquémica sintomática, la eclampsia, aneurisma disecante de aorta, hemorragia importante, traumatismo craneoencefálico, en el postoperatorio de cirugía con suturas vasculares, elevación de catecolaminas, retinopatía y retinopatía hipertensiva grave.
Aumento de la presión arterial pulmonar por encima de 30 mmHg para la presión sistólica y 20 mmHg para la presión arterial pulmonar media. La hipertensión arterial pulmonar es una enfermedad secundaria a procesos que aumentan la resistencia al drenaje venoso pulmonar (enfermedades de la válvula mitral, insuficiencia ventricular izquierda, anomalías venosas pulmonares, etc.), o a procesos que aumentan la resistencia al flujo, a través del lecho vascular pulmonar (enfermedad pulmonar obstructiva crónica, fibrosis pulmonar, embolia pulmonar, tromboembolismo venoso sistémico repetitivo y asintomático, síndromes de obesidad e hipoventilación, etc.). Con frecuencia no se identifica con una causa discernible, en cuyo caso recibe el nombre de hipertensión arterial pulmonar esencial, primaria o de etiología desconocida. Provoca clínica de disnea e insuficiencia cardiaca derecha y, habitualmente, su existencia implica un mal pronóstico.
Aquella que no se consigue controlar con una pauta que comprenda, al menos, tres fármacos, siendo uno de ellos un diurético, con una observancia correcta, si se ha descartado una hipertensión arterial secundaria, la existencia de interacciones farmacológicas, la presencia de una pseudohipertensión refractaria, mediante una monitorización ambulatoria de la presión arterial, etc. Las causas más comunes consisten en una falta de observancia del tratamiento, tanto farmacológico como no farmacológico, especialmente dieta sin sal y consumo de alcohol; la toma de medicación concomitante que causa interacciones farmacológicas (antiinflamatorios no esteroideos, antidepresivos, simpaticomiméticos, esteroides, contraceptivos orales, tratamiento de ciclosporina o eritropoyetina, consumo de cocaína, etc.); dosis o intervalo de medicación, tomada de forma inapropiada o incorrecta; obesidad severa; hipertensión arterial secundaria no detectada, fundamentalmente de causa renal; hipertensión de bata blanca (llamada también de consultorio), etc.
Hipertensión que aparece como un síntoma más de una enfermedad, como la enfermedad vascular renal y la enfermedad del parénquima renal, que al estimular la secreción de renina (que cataboliza la conversión del angiotensinógeno en angiotensina) da lugar a hipertensión arterial.
Elevación de la presión arterial, que afecta a todas las arterias del organismo (hipertensión arterial). Afecta, con más intensidad, al corazón, retina, cerebro, riñón y arterias de las extremidades inferiores. Difiere, por tanto, de las hipertensiones localizadas, con o sin relación con las arterias, como la hipertensión pulmonar, hipertensión portal, hipertensión endocraneal, hipertensión ocular o glaucoma, etc. Ver hipertensión arterial.
Elevación de la cifra de presión arterial durante el embarazo, de carácter leve y aislado (sin proteinuria ni edemas) y que aparece en las últimas semanas. No requiere el uso de hipotensores y la presión arterial se normaliza tras el parto, pero puede recurrir en embarazos posteriores. Puede ser predictivo del desarrollo de hipertensión esencial en el futuro.
La secundaria a enfermedad de los vasos renales (estrechamiento de una arteria renal principal o una de sus ramas, en el 50% o más de su luz), y es responsable del 2 al 5% de las hipertensiones arteriales. Es la forma más común de hipertensión arterial y resulta susceptible de curación mediante la cirugía. Las dos principales causas son la estenosis o estrechez ateromatosa (más frecuente en varones y en presencia de hipertensión previa, diabetes o tabaquismo) y la displasia fibromuscular, que comprende un grupo heterogéneo de lesiones que afectan a la íntima, la media o la adventicia de la arteria. Esta última es más frecuente en mujeres, sobre todo menores de 30 años. Con frecuencia es bilateral y puede asociarse a la caída o ptosis renal. Desde el punto de vista clínico, es indistinguible de la hipertensión arterial esencial y debe sospecharse ante pacientes menores de 30 años con hipertensión rebelde o pacientes que presentan un soplo periumbilical. Los datos de laboratorio, como una hipopotasemia con alcalosis metabólica o el incremento ligero de la creatinina y de la urea, pueden, a veces, hacer sospechar la existencia de esta entidad clínica.
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fecha actual: 19/04/2024 0:54:21 - actualizado: April 27, 2018